En la nueva era que nos espera, en la que el contacto social va a estar, siquiera temporalmente, limitado, y en la que los recursos van a ser escasos durante un tiempo, las empresas tienen un reto que afrontar: Cómo ser capaces de preservar y difundir el conocimiento entre sus empleados. Cualquier organización, cualquier empresa, dispone de un acervo de conocimientos que son necesarios para su correcto funcionamiento. Estos conocimientos suelen estar informalmente distribuidos entre las personas que forman parte de ella y pueden estar depositados en cualquier formato imaginable: La memoria de un jefe de taller, un manual en un armario de un departamento, una colección de archivos en un servidor o en una cuenta de Dropbox, el historial …