Han pasado ya años desde la explosión de las aplicaciones móviles que siguió a la popularización de los teléfonos inteligentes. Cada empresa, cada proyecto, cada producto creía necesario disponer de su propia aplicación móvil para estar presente en el panel principal del teléfono de su público objetivo. Pasada la fiebre, comienza ya el reflujo de la aplicación móvil y se puede aspirar a juzgar las cosas con la cabeza más fría, y comparar sus efectos con aquella tecnología a la que pretendía desbancar: la web. Hoy en día asistimos a una situación diferente, en la que muchos proyectos de presencia online están replanteándose la conveniencia de una y otra solución para proyectar sus servicios de la forma más eficiente, económica …